"Cuando Clare perdió a su hijo de cinco semanas de edad, pronto se dio cuenta de que no existen etapas delimitadas, lineales y claras para un duelo, por mucho que insistan en ello los libros. Cada pérdida toma una forma diferente: cuando un padre, un pariente o un amigo fallece, hacemos el duelo por esa persona, con toda la belleza que hubo en su vida, su humanidad e imperfecciones. Pero Clare no estaba preparada para la rabia y el insondable dolor que sufrió al darse cuenta de que la vida de su hijo siempre quedaría pendiente de vivir. Este es el libro que hubiera necesitado leer entonces.