Denuncia que los peligros que acechan a las democracias occidentales no son tanto externos, como se nos ha querido hacer creer invocando el terrorismo islamista, los extremismos religiosos o los regímenes dictatoriales, sino internos. Nadie pone tanto en peligro la democracia como tres tendencias crecientes en el mundo occidental: mesianismo, el ultraliberalismo y el populismo y la xenofobia.