Hay cosas que hieren el alma cuando la memoria las hace surgir. Cada vez que pensamos en ellas, la garganta se anuda. Cuando las decimos, es incluso peor pues engendran poco a poco, si buscamos compartirlas con aquellos que las wscuchan, que alzan la faz, que tienden su rostro, que atienden a lo que vamos a decir, una pena, o al menos, una vergüenza que las redobla.