Toda civilización se configura en torno a unas imágenes compartidas colectivamente. Sus miembros se caracterizan por un modo peculiar de ver el mundo en que viven, de modo que la diferencia de las percepciones marca la diversidad de cada civilización. Mary Beard lo ilustra con una doble y fascinante exploración. Su primera parte se refiere al arte del cuerpo: a las diversas visiones del cuerpo humano a través del tiempo y del espacio, desde las gigantescas estatuas de los faraones a los guerreros de terracota de China. La segunda aborda un tema todavía más complejo: el de las imágenes acerca de los problemas que todas las religiones, antiguas o modernas, han tenido para representar lo divino.