Este libro de cuentos es muy particular. No sólo por su unidad temática, debida a que todos ellos tratan sobre los años pasados por el autor y narrador (la misma persona en este caso) en el Real Colegio de San Hervacio, su vida y la de sus condiscípulos y maestros, sino también por ser un raro ejemplo de lo que suele llamarse fiction-non-fiction, que generalmente trata de asuntos públicos o al menos de sucesos (como A sangre fría), pero que en este caso se dedica a un mundo privado, íntimo, cuya experiencia se intenta restaurar con la mayor fidelidad que sea posible, si bien fragmentariamente y con un amplio espacio para la duda y la cavilación.
Esto, que podría hacer de Hervaciana más bien un libro de memorias, es sin embargo lo que convierte estos recuerdos en relatos. Todo lo que se cuenta es cierto y hasta el más mínimo detalle conjetural es escrupulosamente señalado como posibilidad no comprobada. Es decir, no hay hechos de ficción en estas páginas. Sin embargo, como en la fiction-non-fiction referida, todo es narrado con los recursos de la ficción personajes, anécdotas, desarrollo- y es al fin el rechazo de la ficción lo que determina que estas evocaciones sean cuentos. Ya que, en lugar de procurar despertar y aumentar el interés de su narración con los recursos de intriga y suspenso propios de la ficción, Hidalgo Bayal hace de la voluntad de redescubrir y comprender lo ocurrido el hilo de cada relato. Es esto lo que está detrás de la acumulación de detalles y de las digresiones, pero es también lo que da forma al relato y, sobre todo, lo que conduce a cada uno de ellos a una conclusión, un verdadero desenlace. Los trece relatos reunidos aquí siempre llegan a una conclusión que los cierra y permiten ver como todo lo anterior ha llevado a ese preciso punto. Son, de este modo, verdaderos cuentos y no sólo unas memorias o evocaciones.