En muchas ocasiones hemos presentado la Cuaresma como un camino. Hemos de reconocer que no es camino cualquiera. Tiene un sentido de peregrinación. La Cuaresma es tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la misericordia. Es una peregrinación en la que Jesús nos acompaña a través del desierto de nuestras limitaciones. Nos sostiene con su agua y su luz en el camino que nos conduce a la alegría intensa de la Pascua. Partimos del convencimiento que hoy también, como en tiempos de Moisés, el Señor escucha el grito de los pueblos, de las personas que tienen ansias de paz, de libertad, de amor, de solidaridad. Hay muchas personas, como en otras épocas de la humanidad, que se sienten abandonadas