La mañana del 7 de julio de 2016, mientras Pamplona se prepara para su día más festivo, la narradora de esta novela se entera de que su padre ha muerto de repente. Deja a sus hijos pequeños para acompañar a su madre en la casa familiar. Hay que llamar a la funeraria, elegir la ropa, organizar las exequias, mientras en el exterior reina el bullicio, la música de banda, el blanco y el rojo, el calor asfixiante. Al final del día, extenuada, vaciada, la protagonista rememora la figura de su padre, la relación que mantuvo con él desde sus primeros recuerdos hasta la víspera. Para ella es el fin de una época y el principio de otra en la que su padre ya no estará. A partir de entonces, el lector asistirá a las distorsiones de la percepción propias del duelo, pero también al ímpetu de la vida, cuando no queda más remedio que sobreponerse. Lo que permanece es una novela que habla de historias con minúscula, historias cotidianas e íntimas, las de los hombres corrientes que fueron nuestros padres y cuyas vidas podrían haber acabado siendo pasto del olvido. Una novela hecha de detalles, sobre la fuerza y la fragilida