Moreno aboga por un tenaz elogio del valor educativo de la cultura y la lengua de Grecia y Roma, alertándonos sobre el suicidio que supone el olvido de los clásicos. Supone, pues, una apología razonada y apasionada de los estudios del griego y el latín y las Humanidades, que desde hace años están siendo ahogados y marginados por mezquinos y menguados programas oficiales tanto en la Enseñanza Secundaria como en la Universidad.