¿Qué distancia hay entre el anarquismo y la academia? ¿Y entre la antropología y el anarquismo? Estas preguntas son comprensibles en la medida en que, como ha afirmado David Graeber, el ámbito académico se basa en una separación entre la teoría y la práctica que choca con la importancia para el anarquismo de la relación entre práctica y pensamiento, y entre fines y medios. El autor considera que «más que una Gran Teoría, podríamos decir que lo que le falta al anarquismo es una Base Teórica: un mecanismo para confrontar los problemas reales e inmediatos que emergen de todo proyecto de transformación». La pregunta, por tanto, es: «¿qué tipo de teoría social puede ser realmente de interés para quienes intentamos crear un mundo en el cual la gente sea libre para administrar sus propios asuntos?». La supuesta debilidad del anarquismo en el ámbito teórico es, en realidad, la fuerza de unas prácticas políticas capaces de convertirse en herramientas útiles en contextos históricos y geográficos diferentes, como se ha reflejado en movimientos sociales como la antiglobalización o el 15M, a través de dinámicas asamblea