Lady Anne recuerda en 1917 cómo conoció en 1875 a Cecil, el medio hermano de su marido. Lo que sigue a partir de ahí es una historia que se prolonga más de treinta años. En ella abundan los misterios, los viajes, las casas, las sospechas y los giros imprevisibles; y, siempre al fondo, una madre continuamente enferma, afectada y espiritista y un hijo errático, enamoradizo y sin oficio.